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Vocación



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Ramón fue el primer paciente con el que establecí una relación vincular afectiva, por favor no confundir, se trataba de un hombre de unos 60 y largos que había ingresado con desconpensación general y a los días de estar internado, tuve que comunicarle que lo que en realidad tenía era un tumor avanzado de esófago, lo que sumado a su soledad -me refiero a sus pocas visitas-, y a su estado de sorpresa por enterarse de tan horrendo diagnóstico, me generó una ternura de esas en las que tenés tantas ganas de cuidar a alguien que te gustaría poder llevártelo a tu mesita de luz para protegerlo. Tengo una amiga colega con la que siempre dividíamos a los pacientes en categoría mesita de luz si o no.

El asunto fue que, al menos en aquella época conseguir una ambulancia del “CIPEC”, aún no existía el SAME, para traslado para hacer una interconsulta quirúrgica en otro hospital municipal para su tratamiento, era lo mismo que conseguir que el vaticano te autorice a usar el papamóvil para ir a trabajar todos los días. Por lo tanto y en un rapto de locura, lo subí a un taxi, previa cita establecida con el cuerpo de cirujanos del hospital de destino y junto con los estudios, hicimos la interconsulta.

Al regreso, luego de acostar a Ramón nuevamente en su cama tuve que soportar al jefe de sala con su parodia de: “Vos estás en pedo, tenés idea del riesgo que corriste vos y tu paciente por haberlo llevado en un taxi?, si fueras mi hija te daría 100 patadas en el orto!, que no se repita”… por suerte, se trataba de una parodia para que los demás vieran cómo me retaban, porque extraoficialmente ese mismo jefe me había autorizado a hacer eso bajo el comentario de “me parece bien, tu vocación es admirable, pero debo decirte que tiene que quedar claro que vos asumís todas las posibles consecuencias y, cómo yo no puedo decir que te dí permiso cuando vuelvas tengo que cagarte a pedos frente a todos”.

Ramón finalmente se operó, vivió 2 años más de los que tenía pronosticados hasta internarse nuevamente en una de las camas que yo tenía a cargo, regalándome la posibilidad de acompañarlo a morir.


 
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