Hay cosas que Mastercard no puede comprar
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Imagináte que un día, luego de cruzar el portal de tu casa para ir al trabajo, tu vida se desdobla en dos personas, en dos destinos, uno sigue un camino y el otro va por uno distinto… como si se tratara de mundos paralelos pero en este caso en paralelo, ocurriendo ambos dos al mismo tiempo ... pero de diferente manera.
Llegas a la oficina y te encontrás con que tus compañeros de trabajo de adoran, te ofrecen una taza de café, de ése, el que mas te gusta, te cuentan que ya han solucionado ese gran problema que había surgido el día anterior, justo 5 minutos antes de que finalice tu jornada laboral. Te eligen como el mejor compañero del año, tu jefe te asciende y lográs acceder al puesto que nunca en tu vida creiste nisiquiera merecer. Tu carrera profesional se encuentra en la cresta de la ola, nada te detiene, la proyección a futuro es sumamente prometedora, más no se puede pedir. Y unas horas más tarde, te dirigís a tu hogar, dulce hogar, y te das cuenta que no tenés con quien compartir tu gran día.
Por otro lado, al mismo tiempo, llegas a la oficina, te encontrás con la rutina de todos los días, ese expediente que ayer se complicó sigue apoyado exactamente en el mismo escritorio, donde lo habías dejado ayer 5 minutos antes de que finalice tu jornada laboral. Tus compañeros, en su mayoría, siguen siendo tan hipócritas, superficiales y mediocres como siempre. Tu jefe ha perfeccionado una mas de sus técnicas de psicopatía y te dice que estás obligado a hacer ese viaje y, no te queda otra alternativa. Sin embargo, finalmente llegás a tu casa, y encontrás ese abrazo tan necesitado, que solo la persona que amás sabe darte … transformando ese momento en algo sublime.
Jime, 1 de octubre de 2003, 10:31:48 ART