Mirada
»
Ya retornando para el hogar, cansada, bastante cansada debo admitir, con la sensación de haber sido arrollada por una manada de mamuts pero al mismo tiempo con la certeza de haber terminado una jornada productiva.
Se me ocurrió que el tren iba a ser el transporte más cómodo y rápido posible, así que pese a mi fobia a las multitudes, me dirigí sin prisa ni pausa hacia la estación. Todo parecía funcionar con normalidad, así que agradecí que me regalaran el diario y espere pacientemente en la cola para ingresar a la “formación” (me encanta esa palabra) que ya llegaba al anden.
Y una vez mas acerté en el coche furgón, ese que no trae asientos, ese en el que da lo mismo si lo que transporta son humanos o vacas, en fin, el diario me iba a servir, y mucho, en este caso de sentadera porque para que negarlo, aunque se tratara de dos estaciones, no había necesidad de quedarme parada… el piso me llamaba, y en eso me interrumpe un señor con su bicicleta...
... “permiso!!” me dice, a lo que respondo corriendo toda mi humanidad… pero se ve que el sujeto en cuestión estaba enojado, así que me increpa preguntándome si me molestaba que me haya pedido permiso, porque ese, después de todo, era el coche furgón, y que para que otra cosa estaría destinado ese coche si no era para transportar bicicletas y que… estuvo hablándome todo el viaje y yo, no solté ni vocablo… pensé, este hombre esta enojado con “la vida” y yo no soy “la vida”…
… o por lo menos no la suya, en todo caso la mía y en ese contexto, como iba yo a explicarle lo existencial de mi planteo si ni siquiera incorporaba las eses en su monologo???, con que palabras podía yo expresarle un signo de pregunta lo suficientemente claro como para que se llamara al silencio???
Como sea, me baje del tren y a alguien se le ocurrió empezar a aplaudir… en ese momento recordé lo contagioso que son los aplausos.
Jime, 16 de marzo de 2005, 20:14:38 ART