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lunes, 30. noviembre 2009

Hannibal Lecter



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Ayer a la noche descubrí un camino de hormigas coloradas en la pared de la cocina. Lo único que encontré para auyentarlas fue una jeringa con veneno para hormigas. Me subi a una sillita de los niños y procedí, les coloque una raya que las guiara en su trayecto rectilíneo uniforme hasta coverger en el calefón.

Se ve que ese veneno las atrae porque a él se entregaban, de lleno, como cuando uno se tira de cabeza desde el trampolín de una pileta profunda.

Vi formarse grupos de islas de hormigas agonizando, como si se tratara de un enjambre de nanopartículas -mucho Michael Crichton en mi haber-, hasta quedar completamente inmóviles, y para que negarlo, disfrute de ese momento de voyeurismo.

Muertas, iban cayendo muertas, creéme si te digo que si hubieran tenido DNI les firmaba el certificado de defunción, “paro cardiorespiratorio” hubiera dicho, porque si decía “muerte dudosa” les hubieran hecho autopsia y rápidamente se hubieran enterado que la causal de tales decesos era envenenamiento.

Ahí si que hubiera necesitado un buen abogado, muertas decenas de hormigas me hubieran correspondido una sumatoria de perpetuas.

No tengo problema con los insectos, siempre y cuando no se metan en mi casa. Tu libertad termina donde comienza mi hogar.

Hoy por la mañana me levanté y cuando fui a la cocina quedé sorprendida. Ni una hormiga había en aquella pared, ni viva, ni muerta. Una vez me habían dicho que las coloradas eran caníbales -hablo de las hormigas-,pero nunca imagé comprobarlo con mis propios ojos.


 
Jime, 30 de noviembre de 2009, 15:40:46 ART
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