Y... digame...
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Las entrevistas de trabajo generalmente no tienen desperdicio, lejos de ser predecibles, son lo mas aburrido que pueda recordar en estos últimos tiempos. Preguntas colmadas de obviedades acompañan a la elegante y diplomática formalidad del entrevistador, para finalmente no decir nada mas allá de las palabras.
Asépticas, estéticas, vacías, aunque al mismo tiempo colmadas del suficiente espacio muerto anatómico, que le diera lugar a la tan cordial intrascendencia de las mismas. Notas tomadas de las respuestas ofrecidas y asociadas tan libremente, que resultan incoherentes.
Una “X” sin despejar en un “X” tiempo transcurrido, ni un si ni un no, inconclusas, insípidas y en cierta medida incomprensibles, para quien simplemente posee demasiada dominancia sobre su instinto.
Jime, 23 de enero de 2005, 19:29:39 ART
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